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La Conquista del Desierto-parte II

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MUJERES EN LA HISTORIA

Se sabe algo más sobre el valor de las mujeres en el desierto, porque algunos hombres de la política y las letras han dejado sus testimonios de esos años de verdadera lucha entre los aborígenes y los soldados.

Eduardo Gutiérrez , deja sus impresiones en Croquis y Siluetas Militares de 1886, al contar los hechos sucedidos en 1874, cuando él estaba al mando del regimiento 2 de caballería. Nos comenta que tenía un sargento primero, que era una negra llamada Mama Carmen, la que queda custodiando la frontera. Toma las debidas precauciones y hace vestir con ropas de soldados a las mujeres que han quedado con ella, porque la indiada estaba muy cerca y así organiza la vigilancia. Los indios no tardan en comenzar el ataque, pero son rechazados con gran valor por estas mujeres que custodian el fuerte. Sin embargo será sorprendida en una emboscada y matan a su hijo; se traba en feroz lucha y mata al indio que terminó con la vida de su hijo. Éste es parte del relato: A su lado estaba su hijo Ángel al que le acababan de dar dos lanzazos. Dice Gutiérrez que: “La negra arrancó el cuchillo de la cintura, y como una leona saltó sobre los indios, a uno de los cuales había agarrado la lanza. Éste desató de su cintura las boleadoras y cargó sobre la negra a golpe seguro (…) El salvaje se había abrazado a la negra y había soltado lanza y bolas, para buscar en la cintura el cuchillo, arma más positiva para la lucha cuerpo a cuerpo (…) a los pocos segundos se vio a la negra ponerse de pie, mientras el indio quedaba en el suelo, perfectamente inmóvil: el puñal de la negra le había partido el corazón”. Mama Carmen volvió al lado del cabo Ledesma que agonizaba y que a los pocos minutos murió en el regazo de su madre. “La pobre negra miró a su hijo con un amor infinito, le cerró los ojos y sin decir una palabra lo acomodó sobre el caballo, ayudada por dos soldados. En seguida, y siempre en su terrible silencio, se acercó al indio que ella había matado y con tranquilidad aparente le cortó la cabeza, que ató a la cola del caballo donde estaba atravesado su hijo (…) y regresó al campamento con su triste carga y su sangriento trofeo. A la siguiente noche y a la derecha del campamento, se veía una mujer que, sable al hombro, paseaba en un espacio de dos varas cuadradas. Era la sargento Carmen Ledesma que hacía honor al cabo Ángel Ledesma, enterrado allí”.

Cientos de historias existen como las de Mama Carmen, estas mujeres vivían por y para sus maridos, desprovistas de las debilidades y gustos exteriores de la mujer del medio urbano, trabajaban lavando, planchando, cosiendo, amasando para dar el fruto de su labor a su compañero: si marcha, está a su lado, si pelea y está cerca lo defiende, y si lo castigan por faltas de servicio, trata de conseguir el alivio de la pena y hasta permite lucir a su compañero una camisa planchada, todo un lujo para el campamento. También cuentan que fue famosa por sus hazañas, una antigua acompañante de las fuerzas del Chacho Peñaloza y la cantinera conocida como La Pasto Verde, en los pagos del Neuquén durante la conquista del desierto con Julio Argentino Roca.

Algunas eran tan diestras como los milicos para domar un potro o bolear un avestruz. Quizás, quien mejor refleje la vida de su mujer y su destino es Martín Fierro, cuando dice los siguientes versos: “Y la pobre mi mujer/ ¡Dios sabe cuánto sufrió!/ Me dicen que se voló/ Con no sé qué gavilán/ Sin duda a buscar el pan/ Que no podía darle yo. No es raro que a uno le falte/ Lo que a algún otro le sobre/ Si no le quedó ni un cobre/ Sino de hijos un enjambre/ Que más iba a hacer la pobre/ Para no morirse de hambre.”

María Inés Fernández
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Bibliografía
GUTIÉRREZ, Eduardo, Croquis y siluetas militares, Buenos Aires, Ediven, 2005
ROMERO GÓMEZ, Facundo, Vagos, desertores y mal entretenidos, Buenos Aires, Vergara, 2012.

Fuertes: Los fuertes eran construcciones militares edificadas para resistir ataques de tropas enemigas (las murallas eran gruesas para soportar los impactos de las balas de cañones de esa época -es decir hasta mediados del siglo XIX), el fuerte más importante que existió en el Virreinato del Río de la Plata era el de Buenos Aires
Pulpería: Era una clase de tienda que vendía todas aquellas cosas que los pobladores necesitaban: telas, comestibles, remedios, ropas, artículos de talabartería y los “vicios”: tabaco, papel para armar cigarrillos, yerba, etc. Allí se reunían a beber y a conversar los hombres de los alrededores y los forasteros

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