De la Quinta de Ballesteros al Hiper Rodó
Cine “El Nilo”
El despertar de los años ‘90 señalaba el estado de abandono de la antigua sala donde sólo la nostalgia podía encender brillos invisibles y proyectar sobre la pantalla ausente, imágenes capaces de hacernos vibrar, como cuando desde sus butacas las vivimos intensamente. Las fotografías del interior y el hall fueron tomadas a fines de mayo de 1993.
Los distintos enfoques destacan el valor artesanal que generosamente lucían cúpula, arcadas, frisos, etc. que simbolizan un capítulo de nuestra arquitectura elaborada trabajosamente con singular maestría.
El nombre impuesto al Cine – Teatro obedeció al deseo de homenajear al Sr. Nilo Gigliotti, abuelo de quien hizo construirlo, apellido estrechamente vinculado al quehacer de Boedo.
En la década del ‘70 fue adquirido por la Sociedad de Residentes Croatas para instalar su sede – como consecuencia – su sala sufrió modificaciones para convertirla en espacioso lugar apto para fiestas y reuniones sociales. Fueron eliminadas todas sus butacas y el piso que ofrecía un marcado declive para una mejor visión desde la platea, fue nivelado y su rica madera de pinotea suplantada por mosaicos, conservando el escenario su original estructura.
Posteriormente fue sub-arrendado como salón bailable para un público mayor agregándose a tal fin un sector que funcionaba como despacho de bebidas, dichas reuniones danzantes eran amenizadas con ritmos de tango y música tropical.
La parte superior correspondiente a lo que fuera el “Pulman” fue acondicionado para funcionar como comedor y restaurante, sin que sus concesionarios lograran acreditar comercialmente la iniciativa.
El hall de acceso de gran amplitud como solían poseer los lugares de espectáculos, fue alquilado entonces por un comercio de electricidad, antenas para TV, insumos para computación y juegos para video, ocupando gran parte del perímetro del vestíbulo, desdibujando ya definitivamente la imagen que lo viera nacer como Cine- Teatro por el año 1928.
Durante los años ’80 se produce una sorprendente mutación en la cuadra de referencia, al cobijo del éxito y la visión comercial de “Casa Rodó” se conforma el epicentro de comercialización de electrodomésticos más importante del país. Ejemplo elocuente, es la suma de 26 locales destinados al mismo rubro concentrados en ambas veredas, cuyo sistema de venta atrajo multitud de compradores, que llegaban a formar fila para ser atendidos.
Lo antedicho avala el interés manifiesto por comprar o alquilar locales ubicados en esa cuadra de Boedo al 1000, por supuesto que en la mira de poderosos empresarios ligados al rubro “Artículos para el hogar” se entabló una fuerte puja para adquirir el histórico predio de Boedo 1053, que fuera entrada, en el siglo XIX, a la “Quinta de Ballesteros” y por cuyo espacio transitaron el viejo circo “Politeama Doria”(1915), el teatro de verano de Don José González Castillo (1917), la Glorieta de Don Luis Capuccio y más tarde el Cine Teatro “El Nilo”(1928)
Dispuestos a fortalecer la fecunda trayectoria comercial de Casa Rodó, los señores Rodolfo Cuiña (padre e hijo) concretaron la compra del predio, apostando nuevamente por Boedo para seguir volcando su espíritu de empresa en el mismo barrio que los vio crecer.
La casualidad, el destino o tal vez el presagio que señalaba hechos futuros, anticipó durante los años ’30 y en la misma cuadra que va de San Juan a Cochabamba, la ruidosa e iluminada presencia de distintas casas de electricidad desde cuyos negocios los fonógrafos, radios capilla y viejas victrolas desbordaban el aire con el ritmo de algún shimmy, un tango o algún foxtrot promocionando los productor de RCA Víctor cuya popular figura del perrito distinguía su marca registrada.
La sofisticada tecnología, que aceleró los tiempos acotando las etapas, nos hace digerir los cambios, sin permitir al paladar, degustar el sabor de estas elaboraciones vertiginosas.
La moderna estructura proyectada para dar paso a un enorme local de electrodomésticos, no nos hará perder de vista que allí mismo, nuestros ojos, nuestros oídos y nuestro corazón se estrecharon en sus butacas para sentir desfilar por su blanca pantalla los sueños de nuestra infancia y nuestra juventud…
Quiera el duende afincado en Boedo desde siempre, que el espíritu de la tradicional sala permanezca enhiesto a través del tiempo preservando para ello la figura de las musas que coronan el escenario, la abertura vidriada en el techo central, algún vitreaux que por la escalera antecedía al acceso a palcos y pulman, detalles que los actuales propietarios han rescatado para el recuerdo
Carlos Kapusta
(1481)