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Las huertas caseras: vuelta al origen natural

Las huertas caseras: vuelta al origen natural

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En pleno 2018 y en una de las Ciudades más modernas del país los porteños vuelven a los orígenes. Mini huertas en el balcón, injertos y plantaciones caseras y en comuna son algunas de las tendencias que gana terreno en Buenos Aires.

El panorama de la Ciudad de la Furia se construye sobre un movedizo escenario de torres pizzerías lujosas restaurantes destacados y coloridos anuncios de casas gourmet.

Sobre la Avenida Rivadavia al 3000 vive Julieta y Francisco. Con un pequeño balcón alcanza para que puedas armar no solo un jardín sino también un espacio para crear una mini huerta.

Tomates, zapallos, mentas, rúculas, rudas, ajenjos, acelgas, oréganos, quinuas, amarantos silvestres crecen en canteros para el uso domiciliario.

Las huertas comunitarias comenzaron a multiplicarse de manera espontánea en cada barrio porteño desde hace 10 años.

Según fuentes del programa Pro Huerta del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), hoy existen cerca de 2.000.

“La ciudad es alienante. Hay cada vez más gente que tiene ataques de pánico, ACV, paranoia. Y la necesidad de tener un espacio donde mirar pajaritos y verde está en nuestra genética, nos lo piden el cuerpo y la cabeza. La huerta es terapéutica, educativa y, sobre todo, un lugar de encuentro”, dice Nahuel Caporal.

Amas de casa, nutricionistas, terapéuticas, psicólogos, analistas, contadores y docentes son algunas de las profesiones que más acuden a esta experiencia que resulta un cable a tierra y una forma de consumir alimentos no contaminados con agro tóxicos ni hormonas.

“No importa de qué partido político seas, qué música escuches o a qué te dediques, con la huerta tenés un idioma en común con gente muy distinta”, dice Nahuel. Los voluntarios  de las huertas comunitarias van todos los miércoles y sábados, son en su mayoría del barrio y aportan lo que pueden -desde hacer un flyer o sacar fotos hasta remover la tierra-. Su ganancia material es llevarse verduras y semillas. Su ganancia simbólica, según dicen todos, es invaluable: convertirse en alquimistas que transmutan el vértigo de la vorágine en tranquilidad, trabajando la tierra.

Crear tu propia huerta es un motivación de la que debes participar, no solo es una forma de autogestionar tus propios alimentos sino también de darte la posibilidad crear una infinidad de propuestas en cuanto a la alimentación saludable.

 

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